Asociamos al invierno con pasar más tiempo en casa por el frío. Pero, llevamos siglos usando el frío para curarnos. Los egipcios usaban el agua fría para reducir la inflamación, monjes británicos usaban el hielo como anestésico, y un médico inglés, James Arnott, usaba una mezcla de hielo y sal para aliviar los dolores de cabeza o de tumores cancerígenos. Luego en el 2000 investigadores japoneses pidieron a un grupo de mujeres de ir a caminar en el frío durante un año con una minifalda y otro grupo de mujeres de ir a caminar con una falda hasta los tobillos. El grupo que llevaba la minifalda desarrolló una nueva fina capa de grasa en sus piernas. Hasta el momento se había creído que solo los animales en hibernación y los bebés tenían esta capa. Unos 10 años más tarde unos investigadores americanos descubrieron que esta capa es grasa marrón o TAM (tejido adiposo marrón), un tipo de grasa que induce el frío.
El TAM no es dañino, al contrario, quema mejor a la grasa que cualquier otra cosa, incluso el tejido muscular. Esto explica como la gente más activa tiene más grasa marrón que la gente más sedentaria. Además, está llena de mitocondria en nuestras células, que convierte la comida que comemos y el oxígeno que respiramos en un tipo de energía, el trifosfato de adenosina (TFA), que apoya a cada proceso celular en nuestros cuerpos.
La grasa marrón sirve para mantenernos calientes y mantener la respiración. Si experimentamos el frío de repente, sirve para aumentar nuestro metabolismo, regular nuestro apetito y mejorar nuestra sensibilidad de insulina, lo cual evita la muerte prematura de nuestras células. Sencillamente, la grasa marrón hace que nuestros cuerpos se reparen mejor. La gente con más grasa marrón tiene menos probabilidades de sufrir hipertensión, insuficiencia cardíaca congestiva y arteriopatía coronaria.
El frío también ayuda a mantener en buen estado a nuestros cerebros. Pensamos con más claridad cuando hace frío. Nuestros cerebros usan la glucosa, así que cuando tenemos menos glucosa, el cerebro funciona más despacio. Usamos más glucosa al enfriarnos y menos al calentarnos, lo cual explica por qué nos sentimos más lentos en climas cálidos y más alertas en climas fríos. Incluso unos investigadores israelíes han descubierto que simplemente mirar imágenes de paisajes invernales permite que funcionen nuestros cerebros con más rigor.
Es más, el frío es bueno para nuestra salud mental. Unos investigadores polacos descubrieron que después de pasar 15 minutos en un bosque frío y sin hojas, un grupo de estudiantes sintieron efectos bastantes revitalizantes, emocionales y restaurativos. En el 2018 unos investigadores de Luxemburgo aplicaron frío continuamente a los cuellos de voluntarios. Activó su sistema nervioso parasimpático (calmante), que tuvo el efecto de reducir o estabilizar la velocidad del ritmo cardíaco, o dicho mejor, reducir los niveles de estrés.
Además de la belleza del otoño y del invierno, nos hacemos más resistentes, porque con el frío nuestros corazones no tienen que trabajar tanto y sudamos menos, lo cual significa que nuestros cuerpos funcionan de forma más eficiente.
Se recomienda que una caminata en el frío de 2 horas sea suficiente para convertir la grasa blanca en la grasa marrón.
No te preocupes si odias el frío. Muchos estudios muestran que el frío se hace menos intimidante cuanto más te expones a ella. Se llama ‘la habituación’. Se recomienda llevar más capas de prendas y hacer salidas cada vez más largas para poder acostumbrarte. Y la grasa marrón empieza a activarse a las 16ºC.
Cada vez más estudios muestran que más actividad en el frío ayuda a reducir la inflamación alérgica en las vías respiratorias y a aliviar los síntomas respiratorios en adultos, que es buena noticia para los que sufren de alergias y el asma.
Lleva contigo un termo con una bebida caliente. Se cree que la cafeína también activa a la grasa marrón.
Y finalmente, disfruta de los cambios en el paisaje y en la naturaleza mientras tu grasa marrón se va desarrollando.
Fuente: 52 maneras de caminar: Annabel Streets – Bloomsbury Publishing