Aquí hay algunas de las teorías e ideas detrás del efecto del movimiento y la conexión cuerpo-mente en la terapia, desde el yoga y el baile al caminar por el parque.
Hay teorías sobre la relación cuerpo-mente que apoyan a la Terapia al Aire Libre (TAL) como la terapia de caminar y hablar. Bessel van der Kolk (1) dice que es probable que las personas que sufren emocionalmente no solo lo hacen en sus mentes, sino que sus síntomas aparecen en sus cuerpos, por ejemplo, cómo se sientan, cómo posicionan sus hombros, cómo respiran, cómo duermen, en su proceso digestivo y en su actitud hacia el ejercicio. Habla de su cliente, Annie, que consigue sanarse combinando el yoga con sus sesiones. Consigue darse cuenta de que su cuerpo guarda sus experiencias, pero luego puede soltarlas. No tiene que quedarse allí ni irse, sino usarlas como información. Aprendió simplemente a tener sus sentimientos sin que estos le secuestraran. En la terapia humanista integrativa acompañamos al cliente a conectar con las experiencias que va notando en su cuerpo mientras nos habla.
Trabaja prioritariamente con el trauma, y dice que estar traumatizado significa continuar a organizar tu vida como si el trauma siguiera pasando de forma igual e inmutable, y que cada encuentro o evento nuevo está contaminado por el pasado. El cliente se enfoca en suprimir el caos interior a costa de la espontaneidad en su vida. Este esfuerzo puede resultar en síntomas físicos como la fibromialgia, la fatiga crónica, y enfermedades autoinmunes. Por eso, hace falta involucrar al organismo entero, el cuerpo, la mente y el cerebro.
Habla de la importancia del ‘detector de humo’ y la ‘torre de vigilancia’ en el proceso del cerebro de tratar las experiencias adversas. Respondemos en el tálamo (dentro del sistema límbico) que actúa como la ‘torre de vigilancia’. Mezcla todas las percepciones en una experiencia coherente que te da una idea de lo que te está pasando. Las sensaciones luego bajan a la amígdala (más adentro del sistema límbico) que actúa como ‘el detector de humo’. Su función es identificar si la información nueva es relevante a nuestra supervivencia. Si detecta una amenaza, manda un mensaje al hipotálamo y al tallo cerebral para que el sistema de estrés hormonal y el sistema autonómico nervioso (SAN) instrumenten una respuesta corporal total. Esto pasa antes de que llegue la información a los lóbulos frontales donde se encuentra nuestra consciencia. Las hormonas de estrés liberadas aumentan el ritmo cardíaco, la presión arterial y el ritmo de la respiración, que nos prepara para contraatacar o huir. En condiciones normales el cuerpo vuelve a la normalidad, cuando ya no se percibe ningún peligro. Pero si hay algún bloqueo en el proceso de recuperación, el cuerpo se activa para defenderse, lo que hace que la persona se sienta inquieta o agitada. En este caso el trauma puede aumentar el riesgo de malinterpretar si una situación es peligrosa o no, llevar a malentendidos en las relaciones personales o laborales y que la persona no pueda regular sus emociones.
Si se derrumba el proceso en el tálamo (la torre de vigilancia), lo que percibimos originalmente (sonidos, imágenes, olores, toques) se codifica como fragmentos aislados disociados, y el procesamiento normal de hacer el recuerdo se deshace. El tiempo se congela, y parece que el peligro actual durará para siempre. La amígdala (el detector de humo) funciona para prepararte para contraatacar o huir antes de que los lóbulos frontales puedan asesorar la información, pero en una situación normal, se recupera el equilibrio para evitar una respuesta de estrés. Necesitamos esta capacidad para poder regular nuestras emociones e interpretar las de los demás, para luego tener relaciones sanas con otras personas.
Hay gente con trauma que sigue en un estado altamente emocional que se asusta al oír ruidos fuertes, se enfada con pequeñas frustraciones o se paraliza si alguien le toca. Mientras no se resuelve el trauma, las hormonas de estrés que se secretan para proteger el cuerpo siguen circulando y los movimientos defensivos y las respuestas emocionales se reproducen. La gente no es consciente de lo que le está pasando, por lo que empeora la situación a lo largo del tiempo, lo cual es agotador. De hecho, intentarán organizar sus vidas para protegerse, por ejemplo, hacer ejercicio obsesivamente o drogarse. Como el trauma se graba cada vez más en su mente, les cuesta cada vez más disfrutar de la vida.
El terapeuta debe de ver el cuerpo como un tipo de marcador de las experiencias emocionales que ha experimentado el cliente, y tenerlo en cuenta de igual manera que su relato verbal. Hace falta encontrar la forma suave de reconectar la parte frontal del cerebro con las partes más profundas para poder tratar el trauma y actividades físicas, pueden ayudar a reparar esta herida y hacer conexiones nuevas.
Por ejemplo, un cliente que sufrió un trauma por el abuso en la infancia, suprimió su propia rabia y su deseo de responder a los que le habían hecho daño. Su mente se afinó para complacer los deseos de los demás, aunque le pidan cosas no razonables o desagradables. Aprendió a mantener el cuerpo muy tranquilo porque el riesgo de expresarse de forma exuberante, trae el riesgo de una represalia de los demás. El cliente tenía miedo a su propia vitalidad. Un pasado difícil, claramente nos puede provocar problemas mentales y físicas. van der Kolk recomienda hacer una actividad física de la mano de la terapia de hablar, por ejemplo, el kickboxing o el karate, el footing o la natación competitiva, que son actividades que el cliente ha rechazado por tener una relación intimidatoria con su propia fuerza. También podría probar una actividad rítmica con cánticos o tambores para soltar su deseo de reivindicar su derecho de ser.
La gente traumatizada o tiene el cuerpo demasiado alerta (respondiendo bruscamente a cada sensación), o demasiado entumecido (de forma cerrada, pesada e inmóvil). El tratamiento intenta encontrar un punto intermedio cómodo entre estos extremos. Las personas que no han recibido los cuidados emocionales necesarios en la infancia se han retirado de sus cuerpos, y como consecuencia se sienten muy incómodas, si alguien les toca el hombro, por ejemplo. Puede que les parezca asqueroso porque les recordaría la opinión de ellos que tenían las personas que tenían que haberlos cuidado. van der Kolk podría primero recomendar un masaje terapéutico para ayudarles a tener una confianza básica en su piel y en sus extremidades. Dice que el cuerpo también puede ser una fuente de recuerdos y pruebas cuando la mente se ha paralizado, o cuando dudamos de la legitimidad de nuestras propias emociones. El cliente puede preguntarse, en sesiones de terapia, qué le ha pasado, y al mismo tiempo centrarse en cómo está sentado, cómo respira y cómo se siente cuando alguien querido quiere abrazarlo. Esto se compagina con las actividades físicas para atender a sus necesidades con el objetivo de sanarse.
En las terapias al aire libre, el cliente puede usar el movimiento o el enfoque en el cuerpo para darse cuenta de su trauma, y hay actividades físicas (ejercicios de respiración y el enfoque en el cuerpo, como el focusing de Gendlin, que es cuando ponemos el foco de atención en el cuerpo) que le pueden ayudar a sanarlo. van de Kolk también hace referencia al focusing para acceder a nuestra propia sabiduría, que viene de la experiencia sentida. Al hacerlo, obtenemos una información que es diferente a la que estamos más acostumbrados a escuchar de la razón y del pensamiento, que nos permite pasar del pensamiento analítico, que es desde donde generalmente pensamos y decidimos, al conocimiento corporalmente sentido que nos da un significado más profundo y personal.
Al cliente que se mencionó antes le ayudó hacer visualizaciones y técnicas de respiración en un principio, luego recibir un masaje terapéutico, antes de salir al atardecer a caminar y bailar al aire libre con música clásica animada y con velas. Al final, pudo llorar y recibir un abrazo de contención del terapeuta y expresar cómo estaba. Pudo conectar físicamente con su experiencia y por primera vez con las emociones relacionadas para aprender a vivir con ellas y aceptar su situación. La sensación de sentirse secuestrado por su trauma se acabó.
La terapia humanista integrativa, en conjunto con la TAL, funciona para que el cliente se de cuenta de su trauma, y hay actividades físicas (ejercicios de respiración y el enfoque en el cuerpo) que le pueden ayudar a sanarlo.
En el artículo de Cooley, Jones, Kurtz y Robertson (2), vieron como el movimiento también ayuda a los terapeutas a conectar con los clientes psicológicamente. Revell y McLeod (3) dicen que ‘sintonizas con el ritmo de sus movimientos – así que es un tipo de empatía física’. Dicen que ‘Tienen cosas en sus cabezas, y cosas en sus cuerpos y no integran las dos. Cuando hacemos el caminar y hablar, sus mentes y sus cuerpos se integran … Si se atascan con algo, ayuda simplemente caminar hacia adelante y estar en marcha.’
- Bessel van der Kolk. (2014). El Cuerpo Lleva la Cuenta (Capítulo 4 Body-Brain Connections) Penguin Books Ltd.
- Sam J. Cooley, Ceri R. Jones, Arabella Kurtz, Noelle Robertson (2020) Into the Wild: A meta-synthesis of talking therapy in natural outdoor spaces: Clinical Psychology Review, Volume 77, 101841 https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0272735820300295
- Revell, S., & McLeod, J. (2016). Experiences of therapists who integrate walk and talk into their professional practice. Counselling and Psychotherapy Research, 16(1), 35–43. https://doi.org/10.1002/capr.12042