El olfato tiene la capacidad de transportarnos instantáneamente a un tiempo y lugar, convirtiendo a nuestra nariz en una excelente compañera al ir a caminar.
Procesamos el olfato de forma diferente a como lo hacemos con otros sentidos. En lugar de filtrarse a través del tálamo, el olfato viaja a nuestra corteza olfativa primaria. El olfato es el más primitivo de nuestros sentidos. Nos ayudó a encontrar comida y evitar peligros hace miles de años. A pesar de que hoy en día no lo usamos mucho, es un sofisticado sensor químico con 350 genes receptores de olores desarrollados durante millones de años, capaz de detectar los olores más sutiles. Al caminar, podemos reconectar con nuestro olfato y los compuestos aromáticos presentes en muchas plantas, como el pino, el romero y la lavanda, que se han relacionado con el alivio del dolor y la ansiedad, la supresión de algunos tumores cancerosos, la reducción de la inflamación, la mejora del sueño, el estado de ánimo y una mejor concentración, atención y memoria. Hoy en día, los aceites de estos compuestos se utilizan ampliamente en la industria farmacéutica, y se ha demostrado que sus propiedades bioquímicas son antiinflamatorias, antimicrobianas, antivirales, antisépticas, anticancerígenas y antifúngicas.
La vía intranasal es una vía de entrada al cerebro, a través de los pulmones y el cerebro. Las moléculas aromáticas cruzan la barrera hematoencefálica para interactuar con nuestro sistema nervioso central, provocando cambios fisiológicos inmediatos, desde cambios en la presión arterial y la tensión muscular hasta cambios en la frecuencia cardíaca y la actividad cerebral.
Muchas de estas plantas crecen abundantemente en estado silvestre. Por ejemplo, en un paseo por la Sierra Nevada, podríamos percibir los aromas de la albahaca silvestre y el hinojo, y la caminata podría quedar grabada en nuestra memoria gracias a la conexión entre ciertos aceites y la memoria.
Las plantas alcanzan su máximo aroma con el calor o después de la lluvia, pero también podemos disfrutar de sus aromas frotando sus hojas, bayas o pétalos entre los dedos (o quebrando una ramita seca) mientras caminamos. Necesitamos aprovechar al máximo nuestras células olfativas, ya que se renuevan cada uno o dos meses.
Algunas zonas para pasear ricas en plantas aromáticas son: senderos en colinas mediterráneas, pinares, bosques de campanillas azules, las orillas húmedas y mentoladas de arroyos y ríos, parques arbolados y jardines de rosales o hierbas aromáticas.
Aquí tienes algunos consejos para caminar con el olfato:
– Camina despacio, cerrando los ojos de vez en cuando y tapándote los oídos para dirigir tu atención de nuevo a tus células receptoras de olores.
– Exhala lentamente después de inhalar un aroma, ya que este se amplifica en su viaje de regreso a nuestros sentidos olfativos.
– Si hueles una flor directamente, realiza una serie de inhalaciones cortas y superficiales para inundar tus receptores olfativos.
– Aprovecha los días más cálidos, ya que muchas flores liberan mayor cantidad de aromas cuando hay más insectos.
¡Salgamos a pasear con el olfato!
Fuente: 52 maneras de caminar: Annabel Streets – Bloomsbury Publishing