El cambio nunca es solo un momento; es un movimiento —a menudo lento, a menudo confuso— y siempre significativo.
Las transiciones en la vida se presentan de muchas formas: el nacimiento de un hijo, el fin de una relación, una mudanza, la jubilación, una pérdida, una enfermedad, la graduación, los cambios de carrera o la silenciosa reorientación que se produce cuando las creencias o las identidades evolucionan. Algunos cambios son elegidos. Otros llegan sin invitación. Pero todas las transiciones comparten algo esencial: nos llevan de una versión de la vida a otra, a menudo sin un plan claro.
Entendiendo las transiciones en la vida: Más que un simple cambio
Psicológicamente, las transiciones difieren de los simples cambios. Como señala William Bridges, experto en teoría de la transición: el cambio es situacional: es el cambio externo, como empezar un nuevo trabajo o mudarse de casa. La transición, sin embargo, es interna. Es el proceso psicológico y emocional de adaptación a ese cambio. Y ese proceso no sigue una línea recta. Bridges identifica tres fases:
1 El Final: donde algo familiar concluye, a menudo acompañado de dolor, incertidumbre o alivio.
2 La Zona Neutral: un espacio liminal, donde lo viejo ha desaparecido pero lo nuevo aún no ha llegado.
3 El Nuevo Comienzo: marcado por una renovada sensación de propósito o identidad, aunque generalmente frágil y tentativo al principio.
Esta fase intermedia, la zona neutral, suele malinterpretarse. Puede sentirse como un vacío, pero en realidad es un terreno fértil para la integración y la renovación. Es el capullo antes de las alas.
Por Qué Importan las Transiciones
Las transiciones nos invitan a reexaminar nuestras suposiciones. Cuestionan las historias que nos contamos sobre quiénes somos, qué valoramos y hacia dónde vamos. A menudo, desmantelan identidades que hemos superado y nos llaman a una alineación más profunda.
Piense en alguien que ha dejado un trabajo de larga duración. A primera vista, podría parecer un cambio de rumbo profesional. Pero en el fondo, suele haber una reestructuración del yo: ¿Qué soy sin este rol? ¿Qué partes de mí estaban latentes? ¿Cómo se ve la plenitud ahora?
O pensemos en el final de una relación. Rara vez se trata solo de dos personas que se separan. También es el final de un futuro compartido, una reconfiguración del hogar, la comunidad y la autopercepción.
Un tiempo de invisibilidad activa
Uno de los aspectos más desconcertantes de las transiciones es lo invisibles que pueden ser. Exteriormente, puede parecer que no ocurre nada. A menudo no hay un título ni una etiqueta que capture este estado intermedio. Y, sin embargo, internamente, todo puede estar cambiando, silenciosa y profundamente.
Durante estos períodos, las personas a menudo se sienten improductivas o desconectadas. Pero esta invisibilidad es engañosa. Como semillas que brotan bajo tierra, gran parte del trabajo de transformación ocurre fuera de la vista. Es un tiempo de reconstrucción de la identidad, recalibración emocional y revisión narrativa.
Silencio Cultural en el Intermedio
La cultura occidental moderna tiende a valorar la claridad, los logros y el progreso. Como resultado, a menudo ignora o patologiza la ambigüedad inherente a las transiciones de la vida. Hay poco espacio para la incertidumbre, para la deriva, para la pausa.
Sin embargo, muchas tradiciones espirituales, psicológicas y antropológicas consideran sagrados estos espacios de transición. El antropólogo Victor Turner los llamó «espacios liminales»: umbrales donde el viejo orden se disuelve y algo nuevo puede surgir. En la liminalidad, las reglas se suspenden, los roles se flexibilizan y la creatividad a menudo florece.
Necesitamos más permiso cultural para honrar estos espacios, para verlos no como desvíos, sino como corredores vitales del devenir.
Viviendo en el Intermedio
No existe una única hoja de ruta para la transición. El ritmo, la forma y la textura emocional difieren para cada persona. Pero algunas verdades sutiles pueden acompañarnos:
- Se permite no tener respuestas.
- Se permite sentir alegría y dolor al mismo tiempo.
- Se permite descansar.
- Se te permite crecer lentamente.
Ten paciencia contigo mismo si no estás avanzando como otros esperan. La transición no es un sprint de productividad. Es una reorientación del corazón.
Una Transformación Silenciosa
Finalmente, la niebla se disipa. Lo desconocido se convierte en tu hogar. El dolor se suaviza. Empiezas a reconocerte de nuevo, no como eras, sino como eres ahora: moldeado, expandido, suavizado, quizás más completo.
Y a menudo, sin darte cuenta, desarrollas nuevas capacidades: una empatía más profunda, límites más claros, una voz más auténtica.
Reflexiones Finales
Las transiciones de la vida no son interrupciones. Son vida: el tejido conectivo entre lo que fue y lo que está por venir. No son solo obstáculos que superar, sino invitaciones a la transformación.
Si te encuentras en medio de una ahora, recuerda esto: el trabajo que estás haciendo importa, aunque sea invisible. No te quedas atrás. Te estás transformando.
Deja que se tome el tiempo que necesite.
Fuente:
Chapman, E. (2021). Supporting Clients through Life Transitions [lecture]. Counsellor CPD. Counselling Tutor. [Fecha de lectura: 24/04/25].