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Caminar con el viento: el placer de un paseo ventoso

Hay algo maravillosamente vigorizante en salir a caminar en un día ventoso. Mucho antes de que los “paseos con viento” se pusieran de moda, el geólogo australiano Douglas Mawson y su equipo en la Antártida ya practicaban lo que llamaban “caminar con huracanes” allá por 1911, aprovechando literalmente la fuerza del viento para avanzar. Mawson lo describía como una experiencia sensorial completa, en la que el viento dejaba su energía grabada en cuerpo y mente.

Los holandeses tienen una expresión preciosa para ello: lekker uitwaaien, que se traduce más o menos como “salir a airearse”. Es su forma de decir: “sal, deja que el viento te despeje y te renueve el ánimo”. Incluso Hipócrates, el médico griego de la Antigüedad, pensaba que ciertos vientos —especialmente los del este— eran beneficiosos para la salud. Está claro que la idea de caminar con el viento siempre ha tenido algo especial.

Cómo nos afecta el viento

Los científicos del campo emergente de la biometeorología —el estudio de cómo las condiciones meteorológicas influyen en nuestro cuerpo y nuestro estado de ánimo— han desarrollado varias teorías sobre los efectos del viento. Algunos creen que los vientos fuertes provocan una respuesta de estrés, haciendo que la adrenalina circule por nuestro organismo. Otros piensan que modifican la concentración de iones positivos en el aire, afectando los niveles de serotonina en el cerebro.

Aunque la ciencia aún no tenga todas las respuestas, la mayoría estamos de acuerdo en que el tiempo influye en cómo nos sentimos. Un estudio sueco descubrió que el viento mejora el ánimo de algunas personas, pero lo empeora en otras. Otro estudio anterior mostró que las mujeres son, en general, más sensibles a los cambios meteorológicos. En cualquier caso, un paseo ventoso es una experiencia que despierta todos los sentidos.

Una fiesta para los sentidos

Caminar con viento es mucho más que moverse: es sumergirse en una experiencia sensorial. En el bosque, podemos escuchar la música del viento: el crujido de las hojas secas, el gemido de los troncos, el vaivén de las ramas. Los lagos y estanques se llenan de luz y movimiento, y en la costa el espectáculo es aún mayor: el estruendo de las olas, el salitre en el aire, el rugido del mar y del viento chocando entre sí.

Un ejercicio natural

Caminar con viento también es un excelente ejercicio físico. Avanzar contra él fortalece las piernas, el tronco y los pulmones, mientras que dejar que sople a nuestro favor activa los músculos abdominales para mantener el equilibrio. Si además el terreno es cuesta arriba, el esfuerzo es perfecto: un entrenamiento natural sin necesidad de gimnasio.

Los días ventosos también ayudan a dispersar la contaminación, igual que la lluvia, por lo que son ideales para pasear por la ciudad. Además, suele haber menos gente… y menos insectos voladores, que buscan refugio del viento.

Consejos para disfrutar de un paseo ventoso

Si te animas a salir cuando sopla el viento, ten en cuenta lo siguiente:

  • Recoge el pelo largo, bufandas y extremos sueltos.
  • Elige un gorro que se ajuste bien o que tenga una cinta para atarlo bajo la barbilla.
  • Evita la ropa holgada y mantén los bolsillos cerrados.
  • Si hace frío, lleva guantes, un anorak cortavientos y varias capas de ropa.
  • Hidrata la piel y los labios.
  • Usa gafas de sol si el aire está polvoriento.
  • Evita zonas peligrosas como acantilados, crestas o lugares muy expuestos.
  • Guarda el mapa en una funda transparente o utiliza el GPS del móvil.
  • Los bastones de senderismo pueden aportar equilibrio y apoyo.
  • Evita caminar cuando el viento supere 55 km/h o en la cima de las colinas.
  • Bebe suficiente agua: caminar con viento puede deshidratar más de lo que parece.

Deja que el viento te guíe

La próxima vez que veas los árboles balancearse y escuches el silbido del viento entre las ramas, tómalo como una invitación. Abrígate bien, sal a caminar y deja que el viento te despeje la mente y el cuerpo.

Al fin y al cabo, como dirían los holandeses, no hay nada como un buen lekker uitwaaien.


Fuente: 52 Ways to Walk, Annabel Streets — Bloomsbury Publishing