Las situaciones adversas dejan a las personas con emociones fuertes y una intensa sensación de incertidumbre. Sin embargo, las personas tienden a adaptarse bien con el tiempo a los eventos que cambian la vida y a las situaciones estresantes. Lo que les permite hacer esto es la resiliencia, un proceso continuo que requiere tiempo y esfuerzo. La resiliencia es el proceso de adaptarse bien ante la adversidad, el trauma, la crisis, la tragedia, las amenazas o fuentes importantes de estrés, como problemas familiares y de relación, problemas de salud graves o factores estresantes laborales o financieros. Significa «recuperarse» de experiencias difíciles. Las personas pueden ser más resilientes en un momento de sus vidas y menos en otro, y pueden ser más resilientes en algunos aspectos de sus vidas que en otros. Dicho esto, puede tener un significado diferente entre personas, empresas, culturas y sociedades. Existe investigación específica sobre la resiliencia en diferentes áreas, como el trabajo social, los niños y las familias, las comunidades, las organizaciones y los adolescentes. Sin embargo, también hay críticas al concepto de resiliencia y su relación con la vulnerabilidad.
La investigación ha demostrado que la resiliencia es algo común, no extraordinario. Las personas demuestran resiliencia comúnmente. Ser resiliente no significa que una persona no experimente dificultades o dolor. El dolor emocional y la tristeza son comunes en las personas que han sufrido grandes adversidades en sus vidas. De hecho, es común que el camino hacia la resiliencia implique un dolor emocional considerable. La resiliencia no es un rasgo que las personas tengan o no tengan. Implica comportamientos, pensamientos y acciones que cualquiera puede aprender y desarrollar.
En la psicología positiva, la esperanza, la valentía y el entusiasmo tienen la relación más amplia con la adaptación positiva ante los desafíos, lo que lleva a los investigadores a pensar que procesos como la determinación, la conexión social, la regulación emocional y otros están involucrados. Sin embargo, no saben si la resiliencia afecta nuestras fortalezas o viceversa. El crecimiento postraumático puede ayudarnos a desarrollar fortalezas de carácter, lo que muestra la interconexión entre la resiliencia y la psicología positiva.
La teoría de la ampliación y construcción de las emociones positivas sostiene que la felicidad es una emoción que nos ayuda a ser más exploratorios y adaptables en nuestros pensamientos y comportamientos, creando recursos duraderos que nos ayudan a vivir bien. Las personas que experimentan emociones positivas con frecuencia, como la felicidad, se sienten más satisfechas con sus vidas al crear recursos, como la resiliencia del ego, que las ayudan a enfrentar una amplia variedad de desafíos.
Un principio clave del trabajo social es que las personas deben aceptar la responsabilidad por el bienestar de los demás. Identificar los factores que desarrollan la resiliencia puede ayudar a los clientes en riesgo de las siguientes maneras: promover su competencia y mejorar su salud, ayudarlos a superar la adversidad y navegar por los factores estresantes de la vida, impulsando su capacidad para crecer y sobrevivir. Algunas estrategias y habilidades en las que se basan los trabajadores sociales para impulsar la resiliencia de sus clientes incluyen:
- Brindarles seguridad y necesidades cuando se enfrentan a la adversidad o eventos traumáticos; por ejemplo, hablar con calma con las personas angustiadas, tranquilizarlas sobre sus capacidades y su capacidad para superar sus problemas.
- Escuchar, estar presente y ser honesto, y aprender de las historias de las personas al tiempo que se reconoce su dolor.
- Promover las relaciones interpersonales, los vínculos y las conexiones entre las personas de una comunidad o sociedad.
- Alentarlos a verse a sí mismos como un miembro valioso de la sociedad.
- Modelar conductas resilientes, como afrontar el estrés laboral de forma saludable.
En la resiliencia familiar, se propone que el concepto involucra nueve procesos dinámicos que interactúan entre sí y ayudan a las familias a fortalecer sus vínculos mientras desarrollan más recursos y competencias:
- Dar sentido a la adversidad: por ejemplo, normalizar la angustia y contextualizarla, ver las crisis como manejables y significativas
- Tener una perspectiva positiva: por ejemplo, enfocarse en el potencial, tener esperanza y optimismo
- Espiritualidad y trascendencia: por ejemplo, crecer positivamente a partir de la adversidad y conectarse con valores más amplios
- Flexibilidad: por ejemplo, reorganizarse y restablecerse para brindar previsibilidad y continuidad
- Conectividad: por ejemplo, brindarse apoyo mutuo y comprometerse entre sí
- Movilizar recursos económicos y sociales: por ejemplo, crear seguridad financiera y buscar apoyo de la comunidad en general
- Claridad: por ejemplo, brindarse mutuamente información y mensajes consistentes
- Compartir emociones abiertamente: incluidos los sentimientos positivos y dolorosos
- Resolver problemas de manera colaborativa: por ejemplo, a través de la toma de decisiones conjunta, un enfoque en los objetivos y la construcción de éxitos
El objetivo principal de la resiliencia comunitaria es identificar y desarrollar las fortalezas tanto individuales como comunitarias y establecer los procesos que sustentan los factores que promueven la resiliencia. Sus objetivos también incluyen comprender cómo las comunidades aprovechan estas fortalezas en conjunto para facilitar la autoorganización y la autonomía, lo que luego contribuye a un proceso colectivo de superación de desafíos y adversidades. Si bien las fortalezas de la comunidad varían entre los grupos, algunas características tienen un papel central para ayudar a las comunidades a desarrollar resiliencia. Estas fortalezas, procesos y atributos incluyen:
- redes sociales y apoyo
- experiencia temprana
- conexiones entre personas y lugares
- gobernanza comprometida
- resolución de problemas comunitarios
- capacidad para hacer frente a las divisiones
Una cultura de resiliencia organizacional depende en gran medida de comportamientos que sirvan de modelo a seguir. Incluso unas pocas personas creíbles y de alto perfil en una empresa que demuestren comportamientos resilientes pueden alentar a otros a hacer lo mismo. Estas conductas incluyen:
- Persistir frente a la adversidad
- Esforzarse para afrontar los desafíos
- Practicar y demostrar patrones de pensamiento de autoayuda
- Brindar apoyo y mentoría a otros
- Liderar con integridad
- Practicar una comunicación abierta
- Mostrar decisión
El modelo de las 3P de Seligman es el más conocido de los modelos de psicología positiva para la resiliencia. Estas tres P (personalización, propagación (omnipresencia) y permanencia) se refieren a tres reacciones emocionales que solemos tener ante la adversidad. Si abordamos estas tres respuestas, a menudo automáticas, podemos desarrollar la resiliencia y crecer, desarrollando nuestra adaptabilidad y aprendiendo a afrontar mejor los desafíos. Las 3 P son:
- Personalización: una distorsión cognitiva que se describe mejor como la internalización de los problemas o el fracaso. Cuando nos responsabilizamos de las cosas malas que nos suceden, nos echamos una gran culpa innecesaria y nos resulta más difícil «recuperarnos».
- Propagación (omnipresencia): suponer que las situaciones negativas se extienden a diferentes áreas de nuestra vida; por ejemplo, perder un concurso y suponer que todo es pesimismo en general. Si reconocemos que los malos sentimientos no afectan a todos los ámbitos de la vida, podemos avanzar hacia una vida mejor.
- Permanencia: creer que las malas experiencias o los acontecimientos duran para siempre, en lugar de ser eventos transitorios o puntuales. La permanencia nos impide esforzarnos por mejorar nuestra situación, y muchas veces nos hace sentir abrumados y como si no pudiéramos recuperarnos.
Estas tres perspectivas nos ayudan a entender cómo nuestros pensamientos, mentalidad y creencias afectan nuestras experiencias. Al reconocer su papel en nuestra capacidad de adaptarnos positivamente, podemos empezar a ser más resilientes y aprender a recuperarnos de los desafíos de la vida.
Una combinación de factores contribuye a la resiliencia. La clave es identificar formas que podrían funcionar bien para cada persona. Muchos estudios muestran que un factor principal para la resiliencia es tener relaciones de cuidado y apoyo dentro y fuera de la familia. Las relaciones de apoyo y confianza brindan un modelo y ofrecen aliento y tranquilidad que ayudan a desarrollar la resiliencia en una persona. Otros factores asociados con la resiliencia que cualquier persona puede desarrollar incluyen:
• La capacidad de hacer planes realistas y tomar las medidas necesarias para llevarlos a cabo.
• Una visión positiva de sí mismos y confianza en sus fortalezas y habilidades.
• Habilidades de comunicación y resolución de problemas.
• La capacidad de manejar sentimientos e impulsos fuertes.
Las personas no reaccionan de la misma manera ante los mismos eventos traumáticos y estresantes de la vida. Un enfoque para desarrollar resiliencia que funciona para una persona puede no funcionar para otra. A continuación, se presentan diez estrategias para trabajar:
- Establecer conexiones: mantener buenas relaciones con familiares, amigos cercanos y otras personas relevantes. Aceptar la ayuda y el apoyo de personas que se preocupan y escuchan a los demás genera resiliencia. Algunas personas descubren que, aunque hayan sufrido pérdidas durante un desastre, ayudar a los demás les hace sentirse bien consigo mismas.
- Evitar ver las crisis como problemas insuperables: no puede deshacer las aguas y los vientos de un huracán o una catástrofe, pero puede cambiar la forma en que interpreta el huracán. Tratar de ver más allá de la crisis actual y ver cómo las circunstancias futuras podrían ser un poco mejores. Observar si hay formas sutiles en las que podría sentirse un poco mejor a medida que supera las circunstancias difíciles.
- Aceptar el cambio como parte de la vida: aceptar las circunstancias que no se pueden cambiar puede ayudarlo a concentrarse en las que sí se pueden cambiar.
- Avanzar hacia las metas: establecer algunas metas realistas. En lugar de centrarse en tareas que parecen difíciles de lograr, pregúntese: “¿Qué puedo lograr hoy que me ayude a avanzar en la dirección que quiero ir?”.
- Tomar medidas decisivas: trabajar en situaciones adversas tanto como sea posible.
- Establecer nuevas rutinas lo antes posible, incluso si es necesario modificarlas nuevamente si las circunstancias cambian.
- Buscar oportunidades para el autodescubrimiento: las personas a menudo aprenden algo sobre sí mismas y pueden descubrir que han crecido como resultado de luchar contra la pérdida.
- Fomentar una visión positiva de sí mismo: reconceptualizar la forma en que piensa sobre sí mismo. Si estuvo en el desastre o la catástrofe, es un sobreviviente, no una víctima. Reconocer su propia fuerza y recursos para enfrentar situaciones difíciles puede ayudar a desarrollar la confianza en sí mismo.
- Mantener las cosas en perspectiva: incluso cuando se enfrente a eventos dolorosos, intente ver la situación estresante en un contexto más amplio y mantenga una perspectiva a largo plazo. Mirar al futuro con optimismo: una perspectiva optimista le permite esperar que sucedan cosas buenas en la vida. Tratar de visualizar lo que desea en lugar de visualizar lo que teme.
- Cuidarse: prestar atención a sus propias necesidades y sentimientos y abordarlos tanto como sea posible.
Otras formas de fortalecer la resiliencia son:
- Escribir sobre nuestros pensamientos y sentimientos más profundos relacionados con la experiencia traumática u otros eventos estresantes en nuestras vidas.
- La meditación y las prácticas espirituales ayudan a las personas a construir conexiones para recuperar la esperanza.
- Aprender del pasado: centrarse en las experiencias pasadas y en las fuentes de fortaleza personal puede ayudar a desarrollar estrategias de afrontamiento presentes y futuras. Hacerse preguntas como:
▪ ¿Qué tipos de eventos han sido los más estresantes para mí?
▪ ¿De qué manera me afectan estos eventos normalmente?
▪ Cuando tengo dolor, ¿me ayuda pensar en las personas que son importantes en mi vida?
▪ ¿A quién he recurrido en busca de apoyo cuando he atravesado una experiencia traumática o estresante?
▪ ¿Qué he aprendido sobre mí mismo y mis interacciones con los demás durante momentos difíciles?
▪ ¿Me ha resultado útil ayudar a otra persona que está pasando por una experiencia similar?
▪ ¿He podido superar obstáculos? ¿Cómo?
▪ ¿Qué me ha ayudado a sentirme optimista sobre el futuro?
- Mantenerse flexible: la resiliencia implica mantener la flexibilidad y el equilibrio en la vida mientras una persona atraviesa circunstancias estresantes y eventos traumáticos. Esto sucede de diversas maneras, entre ellas:
▪ Permitirse experimentar emociones fuertes y también darse cuenta de que es necesario evitar experimentarlas para seguir funcionando.
▪ Retirarse y tomar medidas para abordar sus problemas y satisfacer las demandas de la vida diaria, y también alejarse de los demás y revitalizar su vida.
▪ Pasar tiempo con los seres queridos para obtener apoyo y aliento y también nutrirse a sí mismo.
▪ Confiar en los demás y también descansar en uno mismo.
- Lugares a los que acudir en busca de ayuda: obtener ayuda cuando la necesita es fundamental para desarrollar resiliencia. Más allá de familiares y amigos cariñosos, las personas encuentran ayuda recurriendo a:
– Grupos de autoayuda y apoyo: compartir información, ideas y emociones le ayuda a no sentirse solo, a reafirmarse e incorporar nuevos aprendizajes.
– Libros y publicaciones de personas que han manejado con éxito situaciones adversas. Estas historias pueden motivar a los lectores a encontrar una estrategia que pueda ayudarlos personalmente.
– Recursos en línea: la información en páginas web puede ser una fuente de ideas, aunque la calidad de la información varía según las páginas consultadas.
Es importante que una persona obtenga ayuda profesional si siente que no puede funcionar o realizar actividades básicas de la vida diaria como resultado de una situación adversa o una experiencia estresante.
El concepto de vulnerabilidad puede ser una poderosa herramienta analítica para describir estados de susceptibilidad al daño, impotencia y marginalidad en los sistemas físicos y sociales, y para guiar el análisis normativo de las acciones diseñadas para mejorar el bienestar mediante la reducción del riesgo. Sin embargo, el pensamiento dominante sobre la resiliencia resta importancia a las cuestiones relacionadas con la estratificación social y los daños distribuidos de manera desigual en favor del desarrollo de estrategias de adaptación a las crisis enmarcadas como inevitables e ineludibles. En lugar de abordar las causas fundamentales de las vulnerabilidades, su formación y persistencia, las enmarca como el producto de eventos no lineales o aleatorios.
Un ejemplo es considerar la resiliencia en la salud mental como un rasgo de carácter positivo. Se ha interpretado para dirigir la culpa hacia las personas, en lugar de hacia poderosas fuerzas sociales o políticas. Representa un cambio en la aceptación de que la enfermedad mental es multifacética y no tiene una causa clara. Cuando se considera que la fortaleza mental tiene su origen en el individuo, se excusan o se descartan las fuentes externas de opresión o sufrimiento.
Al poner énfasis en las fortalezas personales y los recursos internos, el discurso dominante en torno a la resiliencia coloca la responsabilidad de la “recuperación” en el individuo. Esto se alinea con las ideologías neoliberales, que promueven el individualismo y la autosuficiencia. Sin embargo, cuando se hace hincapié y se valora el individualismo y la independencia, se reducen las redes de seguridad social. La resiliencia se considera algo parecido a una fortaleza personal o un rasgo de carácter positivo. Excusa las causas estructurales de la angustia. Para las personas que viven con enfermedades mentales graves y duraderas, que les digan que deben ser resilientes, o más resilientes, es insensible y dañino, y tiene el potencial de causar daños provocados por la medicina. Los usuarios de los servicios y los supervivientes psiquiátricos han creado una vasta y rica literatura que detalla su opinión sobre el concepto. Cuando se les dice a las personas que “tienen que ser más resilientes”, se minimiza una multitud de factores externos complejos, como la pobreza y las relaciones interpersonales. Desplaza la culpa hacia el individuo, ignorando cualquier factor que contribuya a los problemas de salud mental que estén fuera del control de alguien.
Otra crítica es que el concepto occidental de resiliencia presupone una comprensión universal tácita de la adversidad y la fortaleza. Esto no tiene en cuenta los matices culturales y las perspectivas diversas y refuerza los sesgos etnocéntricos.
Numerosos estudios han explorado la noción de resiliencia en enfermería y recomiendan constantemente que las organizaciones reduzcan los factores estresantes y brinden el apoyo adecuado a las enfermeras. Sin embargo, a pesar de estas recomendaciones, existe una tendencia predominante a culpar a las enfermeras individuales por su falta de resiliencia. Esta culpa coloca una carga injusta sobre la enfermera para desarrollar resiliencia sin considerar el impacto del entorno de trabajo. Ignora que la responsabilidad de la resiliencia no debe recaer solo en la enfermera individual, sino también en las organizaciones y los sistemas que dan forma a las condiciones de trabajo.
Los servicios de salud mental tienen un historial de convertir palabras inocentes y benignas en clichés sobreutilizados. La resiliencia ha alcanzado ahora este estatus como la última palabra de moda o cliché. El término resiliencia, que ha sido abusado y devaluado por los servicios de salud mental, se ha convertido en un arma para añadir más dolor y angustia a los usuarios y al personal de los servicios. Por lo tanto, en el futuro, el lenguaje alternativo para la resiliencia corre el riesgo de corromperse y usarse indebidamente y convertirse en jerga o en «palabras equívocas». Es hora de cuestionar qué queremos decir exactamente cuando usamos el término resiliencia y a qué nos referimos, ya sea coraje, valentía o un reconocimiento del impacto devastador de factores externos que escapan al control de una persona y de su capacidad para seguir viviendo.
La resiliencia es claramente algo que muchas personas pueden cultivar en situaciones adversas, pero también debemos reconocer que esta opción no está disponible para todos. Por lo tanto, debemos equilibrar su importancia en relación con la vulnerabilidad y los recursos disponibles para todas las personas o grupos para permitirles afrontar la situación y seguir adelante. Tal vez sea hora de cambiar el lenguaje y hacer un llamamiento a las instituciones, las empresas, los profesionales de la salud mental de primera línea y los usuarios de los servicios para que se unan, todos ellos afectados por las expectativas a menudo poco razonables de «recuperarse» de la adversidad en una sociedad y un sistema que promueven ideologías neoliberales y expectativas poco realistas. Propongo que necesitamos ambas cosas: aprender a ser más resilientes si podemos, y contar con una red de seguridad pública que pueda protegernos cuando seamos vulnerables e incapaces de «recuperarnos». Si sientes que necesitas ser más resiliente, utiliza algunas de las ideas incluidas aquí, pero busca ayuda si eso es demasiado para ti.
Fuentes:
Fisher, J. & Jones, E. (2023) The problem with resilience. International Journal of Mental Health Nursing, 00, 1–4. Available from: https://doi.org/10.1111/inm.13220
Anthony McKeown, Dang Hai Bui & John Glenn (2022) A social theory of resilience: The governance of vulnerability in crisis-era neoliberalism, European Journal of Cultural and Political Sociology, 9:1, 112-132, DOI: 10.1080/23254823.2021.1997616
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